viernes, 7 de septiembre de 2007

DECLARACIÓN DE AMOR A AGUASCALIENTES

Este poema escrito por el inolvidable maestro de nuestro Tec, el Lic. Westrup, nos fue facilitado por la M. C. Ofelia Rosales Hernández, catedrática de nuestra institución.

DECLARACIÓN DE AMOR A AGUASCALIENTES

Lic. Horacio Westrup Puentes

A ti, ciudad azul, que en la mañana brillante de mi vida
fuiste hermana mayor, madre bendita, primera novia en la primera cita;
a ti porque nació bajo tu cielo fantástico,
la hoguera de anhelo que está ya plenamente realizado;
a ti que en un silencio amortiguado, naciste con catorce torres viudas
y al nuevo día saludas.

Fervor de retumbantes campanarios y pitos de taller extraordinarios,
que cortan como ráfaga el espacio, para que el tiempo corra
más despacio; a ti que concebida por el vuelo de fugaz gavilán
eres de hielo y en cambio, ya de cerca, tienes fuego
corriendo por tus venas como riego de vida y emoción.

A ti que guardas toda bendición para volcarla sobre el peregrino,
como un baño romántico y divino; a ti que tienes jardín de
San Marcos y templos de cantera y viejos arcos erguidos
de milagro en el Parián; a ti, tierra de Saturnino Herrán.

Eres grande por Manuel M. Ponce -sonoro taumaturgo- por el
bronce genial que modeló Jesús Contreras, por lo tortuoso de
tus mil aceras, que son como serpientes en la tarde,
por las primicias de López Velarde, por ese temerario y
fino alarde de Alfonso el Calesero.

Y todo el que en ti cree se vuelve santo, pues llevas en tu seno
tal encanto de música y luces, que el alma se anonada ante las
cruces de tus viejas iglesias; y madre cariñosa, no desprecias
a nadie, hospitalaria proverbial, que sabes dar tu techo, pan y sal.

Te quiero por tus viernes de Cuaresma; por los hermanos
Fernández Ledesma, de fama que ha llegado hasta París;
por los versos del vate Reyes Ruiz, porque el miraje de tus
horizontes, ya lo ha cantado Arnulfo Miramontes;
por la Música ideal de la "Estrellita", que nunca ha de morir
ni se marchita; por todo lo que se llama pasión;
por Pepe Nava, Pancho Díaz de León, por Pedro de Alba,
Alfonso Esparza Oteo, por todos ellos te amo y en ti creo.

Y aún lejos de ti, en la neurasténica Metrópolis
de cruel sonrisa escénica; allá donde la vida se endurece
porque es dura la lucha y bien merece temblar los instrumentos;
allá, tumba de tiernos sentimientos, que han muerto
como insectos en la llama, es donde más se te ama.

Por eso he regresado, con la idea de alzar mi inspiración,
a la azotea más alta que tú tengas, y urdir entusiasmado
mil arengas, tú seguirás la ruta milenaria, albergando,
señora hospitalaria, diez mil sueños, diez mil generaciones,
y en todos los amantes corazones, que te hayan venerado,
serás eternamente el inviolado paisaje de un hogar que
siempre espera; y si, hechas de tezontle y de cantera,
se yerguen tus casonas coloniales, y estética ante todo,
siempre sales ganando en esbeltez, yo quiero que lo sepas
que te amo por lo que eres, por ti misma.

Y pues que estoy en ti, con toda el ansia de besos
a través de la distancia, entérate ciudad; no te he raptado,
no obstante mi deseo encadenado; porque no hay otro sitio
bajo el cielo para poner tu luz, que éste, tu suelo
purísimo y fecundo, propicio al pensamiento más profundo.

Yo quiero que mi canto, se impregne de tu aroma sacrosanto,
que cubra tu hermosura como un manto de luz,
hecho flamígero meteoro, que diga el firmamento, que te adoro.

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